LA VERDAD DE
                                LA FRUTA
                            
Dom Pérignon solo ofrece
grandes añadas de champagne,
                                porque cada año se revela una fruta y una visión.
                                    Tras diez años de elaboración,
                                    la añada por fin ve la luz.
                                    Precioso testigo del año, es el fruto
                                    de una apuesta atrevida y del arte visionario
                                    del Chef de Cave.
                                    ¿Su nombre?
                                
Dom Pérignon Vintage 2010.
 
                             
                            DOS MIL DIEZ
                                    Un año duro, lleno de contrastes, peligroso.
                                    Con un invierno riguroso, una primavera seca y tardía,
                                    y un verano caluroso, aunque sin excesos.
                                    Pero, a mediados de agosto, el ritmo de maduración ideal
                                    se ve interrumpido por dos días de lluvias torrenciales.
                                    Empieza una carrera contra el tiempo para salvar
                                    la Pinot Noir de la botritis.
                                    Reto aceptado. Reto superado.
                                    Tras diez años en las bodegas, su plenitud,
                                    su generosidad y su solidez revelan
                                    un equilibrio sorprendentemente sereno.
                                    Pura expresión de fuerza y elegancia.
                                
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                            IMAGINAR
                                    Dos paisajes superpuestos:
                                    un jardín inglés empapado de lluvia y un huerto tropical.
                                    El frescor de las flores y la dulzura vibrante de la fruta.
                                    Desde la profundidad de la tierra emerge
                                    la energía vital de su savia.
                                    Un carácter amplio, pleno, robusto.
                                    El vino se desarrolla generosamente, antes de
                                    concentrarse en una vibración atrevida y picante.
                                    Un equilibrio armonioso que conduce
                                    a un brillante final de reflejos plateados.
                                
 
                             
                            INVENTAR
                                    Revelar la frescura etérea del vino con la frescura
                                    yodada de las gambas rojas casi crudas,
                                    o con una tempura de langostinos.
                                    Realzar su carácter floral y afrutado
                                    con el intenso aroma de la melisa
                                    y la rosa, y también de la menta y el cardamomo.
                                    Acompañar su amplitud y sutileza con
                                    una paletilla de cordero lechal asada,
                                    un confit de pato delicadamente especiado.
                                    Saborear el final mineral y picante
                                    con un sorbete poco endulzado.
                                
 
                             
                             
                 
                    